04/03/2022 – La falta de lluvias y los incendios en zonas productivas diezmaron el stock ganadero. El conflicto entre Rusia y Ucrania también podría implicar un aumento de costos para el sector pecuario.

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La sequía que castigó las zonas ganaderas le asestó un durísimo golpe a la producción ganadera y agravó el problema de escasez de hacienda que ya se registraba. Esto llevó a un escenario de poca oferta y altos precios en gran parte de la cadena productiva, que sólo se ven contenidos por una demanda que cada vez es más propensa a evitar el consumo de carne y buscar en las harinas una opción para llevar a la mesa.

El límite de precios -hoy más que nunca- lo ponen los consumidores, que ya ven cómo se resiente su poder de compra frente a un producto que por diversos motivos podría convertirse en una excepción en la mesa de los argentinos, a pesar de ser catalogado como un “bien cultural” por varios funcionarios del Ministerio de Agricultura.

En el otro extremo de la cadena, el productor ganadero también tiene condicionantes. El clima le pegó de lleno a gran parte de los rodeos y la oferta de carne será -una vez más- acotada, lejos de los planes del Gobierno en los que se vislumbraba un escenario de crecimiento.

El propio ministro de Agricultura, Julián Domínguez, reconoció que el país “va a tener menos oferta de carne” debido al impacto de la sequía y los incendios en gran parte del noreste. Es que las provincias que más se vieron afectadas por el fuego contemplan cerca del 35% de las vacas de cría.

María Julia Aiassa, analista ganadera del Rosgan, aseguró en diálogo con Ámbito que el daño en la actividad pecuaria por cuestiones climáticas es irreversible, porque se cortó la última etapa de los servicios reproductivos. La especialista destacó que “hubo abortos, poca retención de esos servicios y eso impactará en la tasa de preñez de este año, es decir en las pariciones de 2022 y en la zafra de terneros de 2023. Vamos a tener un impacto de corto y largo plazo”.

Aiassa precisó que “este año la consecuencia será la pérdida de kilos ganados, porque hay mucha hacienda que salió de manera anticipada. La invernada sale más liviana, más flaca y va a costar mucho llevarla a una buena terminación, más aún con el costo de los granos. Y para el año que viene, el impacto va a llegar por una menor producción de terneros”.

En términos productivos, lo que se espera para el año próximo es la foto que hoy estamos viviendo, producto de las complicaciones climáticas de 2021. Según Aiassa, “habrá dos años de oferta restringida y la mayor limitante va a ser la terminación de la hacienda. Lo que se espera para este año es otra vez retraso de producción, baches de oferta y menos kilos de terminación de la res”.

Menos oferta nos indica una potencial suba de precios y eso es justamente lo que ocurrió en los primeros dos meses del año. Sólo en febrero se registró un aumento del 9,3% en promedio en el valor de la hacienda, según el Índice General Mercado de Liniers. El promedio de kilo vivo dejó atrás los $205,9 del mes de enero y cerro febrero con $235,08. Sin embargo, dentro de las categorías que componen el índice, novillos, novillitos y vaquillonas registraron aumentos del 14,5%, 13,6% y 12,1% respectivamente mientras que, en vacas los ajustes resultaron más moderados y se ubicaron en torno al 6,3% mensual. Dicho de otro modo, se premió la calidad.

Según Miguel Schiariti, presidente de la Cámara de la Industria y el Comercio de la Carne (CICCRA), “el aumento del ganado que se viene dando está llegando a su tope”. Y explicó: “El poder adquisitivo del salario hace que se dificulte mucho la venta en carnicerías, motivo por el cual se está faenando menos. Además, se faenan menos animales bien terminados porque hay un sector de la industria que comenzó a reemplazar con buenas vacas el novillito o las vaquillonas bien terminadas. Este reemplazo tiene que ver con la diferencia de precios en la venta en las carnicerías. Una buena vaca, bastante desgrasada, permite que en el asado o una bola de lomo o un vacío se puedan vender un 20% más barato. Esto se está instalando en ciertas zonas del GBA donde el poder adquisitivo es más reducido y la gente no tiene cómo acceder a la compra de productos alimenticios, mucho menos carne”.

A la situación compleja en el plano local, hay que sumarle el contexto internacional, que por ahora sólo propone un nuevo ciclo de presión inflacionaria en los alimentos. La suba de precios de los principales commodities, que comenzó a observarse en 2021, podría continuar este año y poner más presión en el negocio ganadero. En ese escenario, la carne vacuna pasaría a ser un bien de lujo, como ocurre en gran parte del mundo.

Daniel Aprile
Ámbito Financiero