La Argentina industrializa el 90% del girasol que se procesa en el Mercosur

17/01/2022 – Argentina continua su liderazgo en Sudamérica como el principal procesador de girasol. Perspectivas para la industria oleaginosa en el Mercosur, con énfasis en el girasol.

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La cadena del girasol argentino comienza su campaña 2021/22 en busca del terreno perdido. «Con una suba de más del 26% en la superficie sembrada, las expectativas de producción son óptimas, considerando que además se espera una mejora en el rinde productivo», comenta el último informe de la Dirección de Informaciones y Estudios Económicos.

La recuperación productiva del girasol espera tener un impacto positivo en la industria procesadora en este año que recién empieza. Luego de la fatídico año comercial 2019/20 (que coincide con el año calendario 2020), la campaña del año 2021 mostró una fuerte recuperación, y se espera que la recién iniciada campaña 2021/22 continúe en este sendero.

Las industrias procesadoras de oleaginosas del Mercado Común del Sur (Mercosur) tienen un fuerte peso a nivel global. Por una parte, se espera que en la campaña 2021/22 el Mercosur procese cerca de un tercio de la soja industrializada a nivel mundial. Esta proporción es menor si consideramos el crush de girasol en el Mercosur, que se espera represente el 6,4% del procesamiento global en esta campaña.

Como se observa, Argentina representará casi el 90% del girasol que se procesará en el Mercosur. Esta proporción se ha sostenido en los últimos años, aunque la participación argentina supo ser más grande y con mayores niveles de industrialización, como los que se observaron la década de los 2000.

Argentina sigue siendo un destacado jugador en el procesamiento de girasol a nivel global. Nuestro país es el cuarto mayor industrializador de girasol del mundo, sólo por detrás de Ucrania, Rusia y la Unión Europea. Las perspectivas para la industria a nivel mundial son optimistas. El aceite de girasol espera llegar este año a su máximo nivel de producción mundial y comercio exterior, apuntalado por los buenos niveles de precios internacionales.

Las estructuras industriales para el procesamiento de oleaginosas en el Mercosur son heterogéneas en sus tamaños y desenvolvimientos a lo largo del tiempo. Si bien Brasil es el país sudamericano con mayor cantidad de plantas de procesamiento, es Argentina quien dispone de la mayor capacidad de procesamiento del Mercosur.

Una de las ventajas estratégicas de la industria procesadora oleaginosa argentina es su concentración geográfica, con la mayoría de sus plantas ubicadas a lo largo de la región del Up River. Mientras más del 90% de la capacidad procesadora argentina se concentra en esta región, las industrias brasileras se distribuyen entre los estados de Mato Grosso, Paraná, Rio Grande do Sul y Goiás, con escasa capacidad instalada utilizada para el procesamiento de girasol.

Por su parte, la industria procesadora de Bolivia se concentra mayoritariamente en el estado de Santa Cruz de la Sierra, donde se localiza más del 99% del cultivo de soja y el 93% del girasol producido en nuestro vecino país. El crush en Paraguay se distribuye en el sur del país, con la producción de soja y girasol concentrada en el sudeste paraguayo, mientras que su procesamiento se realiza mayoritariamente en sudoeste para su exportación, principalmente en la ciudad de Villeta, a orillas del Paraná. Por su parte, Uruguay concentra gran parte de su capacidad instalada en una importante planta en Montevideo, su capital nacional.

«Nuestro país destina más del 7,4% de su capacidad procesadora al crush de girasol», destaca informe. De esta manera, se ubica sólo detrás de Uruguay en términos de participación relativa del girasol en la industrialización de oleaginosas. Nuestro vecino oriental destina más del 58% de su industria procesadora a girasol, pero dispone de una industria pequeña con relación al resto de los países que integran el Mercosur.

En función del volumen de procesamiento estimado en la campaña 2021/22 tanto para la soja así como para el girasol, el Mercosur espera una capacidad ociosa cercana al 31,5% para su industria procesadora de oleaginosas. Brasil espera robustos niveles de procesamiento, con una capacidad ociosa que apenas se estima por encima del 16%. 

Luego de su pico histórico de 43% de capacidad ociosa en 2020, el 2022 espera cerrar con un 41,4% de capacidad instalada activa sin utilizarse en Argentina. Si bien este guarismo representa una caída respecto de los niveles de ociosidad que venían mostrándose en los últimos años, la capacidad ociosa persiste en niveles elevados, por encima del 40% como en los últimos años. «El panorama en el resto de los países del Mercosur espera en todos los casos niveles de capacidad ociosa por encima del 42%«, concluye.

BCR

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Alimentación. El futuro es igual a más con menos

La actividad agropecuaria es una de las más consistentes en el mundo en cuanto a productividad. Entre 1970 y 2015, la producción mundial se triplicó, debido a la expansión de área y uso de tecnologías vinculadas a desarrollos genéticos, fertilizantes, protección de cultivos y maquinaria. Si bien este aumento es significativo y una muestra de la eficiencia del sector, aún no es suficiente. Estimaciones de la FAO muestran que para 2050 será necesario producir en promedio un 50% más para atender la demanda de alimentos debido a la dinámica y crecimiento de la población, que hoy tiene a más de 700 millones de personas en condiciones de pobreza.

Históricamente el agro dio muestras de sus capacidades para lograr esos niveles de producción, pero en los últimos años y en algunas regiones se observa un proceso de menor crecimiento productivo, causado por una limitación en la expansión de área y un acercamiento al potencial de las tecnologías más usadas. Por eso es clave el desarrollo y adopción de tecnologías que ayuden a incrementar los rendimientos potenciales y a proteger esos niveles productividad y sustentabilidad.

Este aumento de la oferta de alimentos es necesario, pero no a cualquier costo. Las demandas sociales respecto de conocer el camino recorrido por los alimentos, desde el campo hasta la mesa, son mayores. La preocupación por la huella ambiental generada es cada vez más significativa, igual que las restricciones de países y mercados.

Así, el agro deberá continuar en su constante incremento en la eficiencia productiva, sin descuidar la huella ambiental que genera, al igual que todas las actividades antrópicas. El sector es responsable del 21% de la generación de gases con efecto invernadero (Reporte FAO, 2017), pero la generación de biomasa por los cultivos y por actividades como la producción forestal, mitigan este efecto, ya que capturan dióxido de carbono del aire y lo almacenan en sus tejidos. Las tecnologías que generen más biomasa o reducir pérdidas utilizando el mismo nivel de recursos, mejorarán el balance desde lo ambiental.

Una de las causas de los impactos de la producción en el ambiente, y en las pérdidas en la cadena productiva, se relaciona con su distribución geográfica. Producir cerca de los lugares de consumo es una de las claves para mejorar la eficiencia y distribución. La formación o el crecimiento de cordones verdes rodeando las ciudades, a fin de disminuir los procesos logísticos serán cada vez más frecuentes, y es probable que veamos un crecimiento en el uso de tecnologías hogareñas del estilo de los cultivos hortícolas en hidroponia «listo para usar», con las que podremos retomar prácticas, en muchos casos perdidas, de producción en unidades familiares.

Si bien el agro es el proveedor mundial de alimentos, se observan tendencias alternativas que han tomado más relevancia. Hamburguesas producidas a partir de componentes vegetales (carnes 3.0) o a partir de cultivo de células animales en laboratorio (carnes 4.0) y alimentos funcionales enriquecidos con ingredientes como Omega-3, tendrán cada vez más aceptación de los consumidores, alcanzando el nivel de aprobación actual del sushi durante la próxima década. Además, proteínas alimenticias provenientes de insectos representan hoy una importante parte de la dieta proteica de unos 2000 millones de personas. Aunque es un hábito cultural, algunos estudios muestran que las nuevas generaciones son más abiertas a este tipo de consumo.

Producir más continúa siendo un desafío para el agro que se multiplica para los próximos años. Hoy más que nunca la alimentación excede los límites de la nutrición y es atravesada por la cultura, el estilo de vida, la salud y la sustentabilidad.

Hernán Ghiglione
Dr. en Ciencias Agropecuarias (UBA) y Gerente Senior de Investigación y Desarrollo en BASF

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