27/09/2021 – En el centro sudeste de Buenos Aires Se trata de una muy buena alternativa para planificar la rotación, obteniendo un mejor uso del suelo, evitando la diseminación de malezas de difícil control y, a su vez, no dejando los lotes improductivos hasta el próximo cultivo.
En el centro sudeste de la provincia de Buenos Aires, donde predominan los cultivos de cosecha fina, en muchos casos sobre suelos someros por presencia de tosca, la siembra de soja de segunda es una práctica común, aunque no siempre exitosa.
Aparece entonces como alternativa la siembra de maíz o girasol posterior a la cosecha de cebada y trigo, donde el primero tiene una gran limitante en cuanto a la extensión de la fecha de siembra por la temperatura, mientras que el girasol tiene un periodo más amplio para su implantación.
Si bien las cuestiones climáticas no se pueden controlar, hay algunos aspectos de manejo como fecha de siembra, cultivo antecesor, elección del híbrido, enfermedades y plagas que contribuirán al éxito del cultivo. En las últimas campañas en los partidos de Tres Arroyos y Coronel Dorrego, el cultivo de girasol le ha ido ganando terreno a la soja y al maíz en las siembras de segunda.
Esto se debe principalmente al buen comportamiento que tiene el cultivo en siembras de principios a mediados de enero y a que esta fecha permite la espera de lluvias para tener mejores condiciones de implantación.
Pero, también, a otro factor que es la aparición de malezas resistentes en los lotes, principalmente el “yuyo colorado” (Amarantus sp.) y los “nabos” (Brassica sp.), que pueden ser controlados con herbicidas de diferentes modos de acción que se utilizan en el girasol.
Cabe aclarar que los cultivos de segunda implican un riesgo mayor ya que necesitan de la ocurrencia de lluvias oportunas y temperaturas adecuadas. En el caso del girasol, las respuestas en rendimiento encontradas han sido muy variables y estas se deben principalmente a varias prácticas de manejo que hay que tener en cuenta.
En primer lugar, los mejores resultados y la mayor estabilidad se obtienen a medida que se retrasa la fecha de siembra (datos aportados por el ingeniero agrónomo Fernando Ross, de la Chacra Experimental de Barrow). Los datos muestran que el rango de fecha óptima se da entre el 25 de diciembre y el 15 de enero, como fecha límite. También hay que tener en cuenta el cultivo antecesor, donde muestra un mejor comportamiento sobre rastrojos de trigo candeal y trigo pan.
En cuanto a los rastrojos de cebada, se observan resultados variables, principalmente por la competencia de las “plantas voluntarias o guachos” que suelen ser más agresivas y en muchos casos no se llega a tiempo con los tratamientos para su control.
Otro factor muy importante a considerar, tiene que ver con los herbicidas utilizados en el cultivo antecesor y las dosis de los mismos, sobre todo sabiendo que el girasol es un cultivo muy sensible a los herbicidas de la familia de las sulfonilureas y a que estos, son muy utilizados en los cultivos de fina. Considerando estos puntos a la hora de planificar el cultivo, se puede aspirar a rindes que oscilan entre los 1200 y los 1900 kg/ha, con bonificaciones de hasta un 20%.
Manejo del cultivo
Las densidades de siembra óptimas se dan a partir de 35.000 pl/ha logradas, aunque hemos visto que no se pierde rendimiento y se alcanza una mayor estabilidad a medida que aumentamos las densidades hasta las 50.000 pl/ha, aún en ambientes someros.
Hay que tener en cuenta que se debe lograr una buena calidad de siembra para obtener un alto coeficiente de logro y una buena uniformidad en la emergencia de las plantas. El uso de “barre-rastrojos” en las sembradoras es una herramienta fundamental para lograrlo.
En caso contrario, tener una desuniformidad en el ciclo de las plantas puede generar complicaciones en las tareas posteriores como el manejo de plagas, enfermedades y cosecha. Este cultivo, muestra muy buen comportamiento aún en ambientes con limitantes físicas (ya sea por presencia de tosca o arcilla) por tener un consumo de agua más gradual.
Esto se debe, en general al menor desarrollo vegetativo que presenta comparado con las siembras de primera y a que el momento de mayor demanda hídrica ocurre en una fecha más benigna climáticamente (el periodo crítico ocurre en marzo), y a su vez favorecido por la cobertura que deja el antecesor.
Estas cuestiones posibilitan la siembra en ambientes someros donde el cultivo no suele sembrarse en fechas de primera. No menos importante es la elección del híbrido donde hay que buscar materiales de buena sanidad, que presenten buen comportamiento a “esclerotinia” (Sclerotinia sclerotiorum) y a “cancro o phomopsis” (Phomopsis helianthi). Estos hongos pueden generar daño con pérdidas muy importantes.
Por otro lado, también considerar que los híbridos de ciclo intermedio o intermedio/largo son los que muestran una mayor estabilidad de rendimiento. Por último, contemplar el potencial de producción de materia grasa que tenga el material para lograr una buena bonificación.
En cuanto a la fertilización, hay que tener en cuenta que partimos de un lote con una baja cantidad de nutrientes por el consumo que tuvo el cultivo anterior y por la inmovilización que puede generar el rastrojo. El girasol es un cultivo que responde al fósforo y al nitrógeno, por lo cual habría que evaluar el potencial que se quiere obtener y fertilizar en función de dicha extracción.
Para el control de malezas, se recomienda la utilización de preemergentes como flurocloridona, diflufenican o sulfentrazone, dependiendo de las malezas y luego en post emergencia la aplicación de graminicidas. Para los cultivos Clearfield, se pueden utilizar los herbicidas correspondientes.
Esta es una oportunidad, para utilizar herbicidas de diferentes modos de acción que ayuden a controlar las malezas resistentes. En cuanto al manejo de insectos, este cultivo es muy deseado por muchas plagas y demanda del monitoreo desde la implantación del mismo, donde se puede encontrar bicho bolita, babosas, isocas cortadoras e isocas defoliadoras.
Se agrega a estos una plaga muy importante y que normalmente pasa desapercibida, “la mosquita del capítulo” (Melanagromyza minimoides), que puede generar pérdidas muy importantes (hasta un 50-60 %). Esta se encuentra presente en todo el ciclo del cultivo, pero el daño se genera al momento de floración. El control es muy importante realizarlo en el momento oportuno.
Conclusiones
Dependiendo de la fecha de siembra y de emergencia, el cultivo ingresaría al periodo de floración a partir de fines de febrero o principios de marzo. La madurez fisiológica en general se logra a partir de mediados de abril. En esta región, el otoño generalmente es húmedo y existe una alta predisposición a la aparición de enfermedades.
En rigor, hay que evitar la siembra en lotes que tengan una alta carga de inóculo y además, tener presenta la posibilidad de anticipar el secado con tratamientos químicos. Finalmente, vemos al girasol de segunda como una muy buena alternativa para planificar la rotación, obteniendo un mejor uso del suelo, evitar la diseminación de malezas de difícil control y, a su vez, no dejar los lotes improductivos hasta el próximo cultivo.
Matías Fik
El autor es asesor
La Nación