14/09/2021 – Las últimas lluvias registradas en gran parte del área agrícola tendrán un impacto positivo en los cultivos de invierno y al mismo tiempo permitirán consolidar decisiones de siembra de cara a la campaña gruesa. En el mes de agosto, un informe de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) pronosticó que a nivel nacional la soja perdería unas 500.000 hectáreas de superficie en la campaña 2021/22, lo que significaría un retroceso del 3% respecto a lo registrado en el ciclo 2020/21. Otras estimaciones privadas que contemplan las precipitaciones recientes vaticinan una caída menor, que podría ubicarse en torno a las 200.000 hectáreas.

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Con un evento climático Niña por delante, muchos analistas y entidades bursátiles destacaron el crecimiento del maíz, que seguramente volverá a ganarle a la oleaginosa en volumen. Sin embargo en cuanto a superficie sembrada, vale la pena recordar que la soja es y será por mucho tiempo la que encabece el podio.

En cuanto a la cadena de valor, el complejo de la soja y sus derivados representó el 27 % de las exportaciones totales de Argentina el año pasado. Luis Zubizarreta, Presidente de la Asociación de la Cadena de la Soja Argentina (ACSOJA) se refirió a la caída en la intención de siembra y destacó que “es una mala noticia porque el cultivo que más se industrializa y que más exportamos con valor agregado es la soja, con lo cual tendremos capacidad ociosa en las plantas. Tenemos potencial de crecimiento y vamos en el sentido contrario”. Zubizarreta agregó que “la soja tiene un peso impositivo enorme y ese es uno de los motivos por los cuales creemos que estamos perdiendo una oportunidad. En los últimos 10 años Brasil duplicó su producción y nosotros tenemos una tendencia decreciente. Eso nos preocupa, porque vemos que otros países van ocupando nuestros lugares en un mundo que demanda proteínas vegetales. A largo plazo hay que cambiar la estrategia y convertirnos en un productor de mayor volumen de soja.

Cabe preguntarnos por qué se da tal situación cuando en el resto del mundo crece la producción. En primer lugar, la soja tributa 33% de derechos de exportación y el resto de los cultivos paga menos. Por éste y otros motivos, el esquema económico se volvió más atractivo para cultivos como el maíz, el sorgo o el girasol.

Desde la cadena de la soja insisten en la necesidad de una señal política que permita pensar en un futuro distinto para la oleaginosa, con menos presión impositiva y total aprovechamiento de la industria instalada.

Si la primera barrera para la soja es la impositiva, la otra es la falta de respaldo a la investigación.

Jorge Bassi, vicepresidente de Fertilizar Asociación Civil, destacó que “la soja esta estancada en rendimiento y en el uso de fertilizantes de base como fósforo y azufre. También nos quedamos atrás en la utilización de tecnologías apiladas. Hay posibilidades de trabajar muy bien con bioestimulantes y demás avances científicos con los que se podría dar un salto productivo.

El desafío es crecer y también hacerlo de manera sustentable. Para lograrlo el sector pide bajar impuestos y crear un esquema de patentes que proteja la investigación que permita a las empresas poner a disposición de los productores lo último en innovación. En este sentido, Migasso recordó que ”en el caso de las semillas Basf lanzó 5 nuevas variedades de soja al mercado” y en cuanto a los productos químicos también tiene previsto nuevos lanzamientos.

Según ACSOJA, Argentina podría llegar rápidamente a producir 70 millones de toneladas de la oleaginosa con una reducción escalonada de los impuestos pero sin impacto en la recaudación fiscal. “Si aumentamos la producción y aplicamos retenciones del 22%, el estado recaudaría lo mismo que hoy con 33% y 47 millones de toneladas” Esa estrategia no funcionó y la realidad indica que la cadena de la soja creció mucho durante 20 años, pero se estancó en los últimos 10.

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