“Estamos ante un fenómeno que no es local ni esporádico, sino todo lo contrario: los incendios son cada vez más frecuentes en muchas regiones del planeta”, afirmó Carlos Di Bella, investigador del Departamento de Métodos Cuantitativos y Sistemas de Información de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA), y detalló: “En agosto del año pasado estábamos hablando del fuego en el Amazonas. Este año también afectó a Australia y otras regiones menos difundidas de África e Indonesia, por ejemplo. En la Argentina año a año se queman millones de hectáreas, sobre todo en la porción semiárida del país. En 2020, los incendios comenzaron en febrero en el Delta y llamaron la atención de los medios por la cercanía a la ciudad de Rosario, pero es una zona afectada por el fuego todos los años. En 2018 se registraron ahí tantos focos como ahora. En 2008 el humo incluso llegó a la ciudad de Buenos Aires, provocando caos en la Panamericana”.
“Evidentemente los fuegos son frecuentes en el Delta del Río de la Plata, en la Mesopotamia, en la Región Chaqueña, en las Yungas, en la provincia de La Pampa y en San Luis, entre otros sitios. Es una problemática que se repite todos los años y sin embargo no está siendo tenida en cuenta en toda su dimensión”, aseguró. Al respecto, destacó que la Argentina posee el Plan Nacional de Manejo del Fuego, dependiente del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, un área sobre la cual no avanzaron incluso algunos de los países desarrollados que también sufren el fuego, como Australia. Tal es así que recientemente la revista Nature publicó un artículo sobre la necesidad de crear una agencia nacional de monitoreo de incendios en ese país. En la Argentina, si bien existe este organismo, también es cierto que los recursos naturales son de las provincias y esa condición lo limita, aunque muchas veces el fuego excede la capacidad de las administraciones provinciales.
“Deberíamos de una vez por todas aunar esfuerzos, utilizar todas las herramientas disponibles para tomar decisiones y actuar de una manera más integrada y global, entre los municipios, las provincias y la Nación, así como también interinstitucionalmente y a nivel internacional”, indicó el docente de la FAUBA.
Herramientas disponibles para actuar
Según Di Bella, actualmente existe una gran disponibilidad de herramientas para planificar, prever, actuar y evaluar el efecto de los incendios. “No conozco otra herramienta como los satélites que sea tan rápida, tan barata y eficiente. Existen satélites de alta resolución que incluso permiten ver en detalle exactamente cuándo se inició el foco”, dijo, y consideró que de este modo también podrían identificarse quiénes son los posibles responsables.
En relación a la colaboración internacional, destacó que la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) forma parte un protocolo internacional con otras agencias espaciales de diferentes países, para proveer a la Argentina información generada con sus satélites ante la emergencia provocada por los incendios. También subrayó el aporte de SEPA, un servicio del INTA con información actualizada, que permite programar alertas de incendios según áreas de interés. La Nasa también posee funciones similares en su sitio Firms, donde cada uno de sus sensores MODIS genera imágenes con información actualizada cuatro veces por día. En ambos casos, durante los últimos días se observan una cantidad enorme de focos de calor en las provincias de Córdoba, San Luis, Santiago del Estero, Corrientes, Misiones, Formosa y Chaco, así como en Paraguay. Esta plataforma también permite realizar búsquedas históricas, con una cantidad similar de focos en las mismas fechas de 2019.
El portal del Programa de Incendios de Instituto Nacional de Investigación del Espacio de Brasil también brinda imágenes útiles para planificar políticas de gestión ante el riesgo de incendios. “Brasil está mostrando que existe riesgo de fuego en la Argentina desde hace siete meses. Los mapas muestran en color marrón lugares donde la vegetación está seca, está lloviendo poco, la humedad relativa es baja y el viento es alto. Estas zonas de riesgo coinciden con las que se están quemando hoy, señaladas en el mapa de la Nasa”, explicó el investigador.
No obstante, advirtió: “Prever no significa que vayamos a saber dónde van a ser los fuegos, porque el 99% son intencionales. Y si bien en algunas provincias, como en La Pampa, se pueden sacar permisos de quema prescripta, en la Argentina el fuego está prohibido por Ley. Las herramientas satelitales nos permiten, ante la amenaza, priorizar las acciones en función del nivel de daño que pueda generar el fuego por la extensión, el valor ecológico o de la cercanía a zonas habitadas, por ejemplo”.
Si bien los incendios van a ser cada vez más frecuentes, también es cierto que hoy existen cada vez más herramientas con información valiosa para la gestión de las emergencias. “Si puedo acceder a información sobre todos los fuegos ocurridos día a día en los últimos 25 años, y saber cuáles son los lugares donde los incendios son recurrentes en la misma época, puedo tomar mejores medidas de prevención, monitoreo y evaluación. Todavía hay mucho por hacer”, dijo, y afirmó que desde la universidad y otros organismos del sistema de Ciencia y Tecnología se puede hacer un aporte en este sentido.
Impacto sobre los ecosistemas
Di Bella también se refirió al impacto que provoca el fuego sobre los ecosistemas. “Si es poco intenso y de corta duración, es posible que el ambiente pueda recuperarse. Pero si dura varios días y es muy intenso, puede provocar la muerte de árboles y, si es en zonas con pendientes, puede afectar enormemente la hidrología del lugar. En primavera-verano, cuando las lluvias suelen ser más intensas, en las zonas incendiadas las gotas impactan directamente sobre el suelo, generando un mecanismos de desagregación y de escurrimiento superficial que destruye los terrones del suelo y acelera un proceso de erosión hídrica”.
Una investigación del técnico del INTA Nicolás Mari, conjuntamente con Carlos Di Bella, muestra la respuesta de la vegetación a los incendios en los distintos ecosistemas, utilizando herramientas satelitales. “En un arbustal herbáceo de La Pampa, por ejemplo, el fuego quema rápidamente el material senescente y, al poco tiempo, ese ecosistema se recupera e incluso mejora su actividad fotosintética. Lo mismo sucede en un pastizal abierto de San Luis, que podría recuperase en dos o tres meses. Pero un bosque caduco del Chaco Seco, que se extiende en Santiago del Estero o en el norte de Córdoba, que se quemó, no se regenera de la misma manera y posiblemente no se recupere más. Incluso si se introducen animales para pastoreo a ese lote quemado, la regeneración es aun más difícil”, concluyó.
Sebastián M. Tamashiro
Sobre La Tierra
(SLT-FAUBA)