Habitualmente se piensa que la inoculación en legumbres de invierno está vinculada a un objetivo de productividad, mientras que la inoculación en cultivos de cobertura se piensa como una práctica para el aporte al sistema exclusivamente. En realidad, ni una ni la otra posición son estrictamente ciertas. Ambos beneficios, el del rendimiento y el de servicio, son propios del aporte de los inoculantes.
Los cultivos de servicio o cobertura, indirectamente, generan una importante renta o retorno de inversión, más allá de las inmejorables condiciones y sustentabilidad que aportan al sistema productivo. En numerosas situaciones, ha sido demostrado que el cultivo subsiguiente implantado tiene mayores rendimientos que cuando se implanta luego de un barbecho químico.
También son percibidas ventajas cuando se evalúa la respuesta a la fertilización, ya que en los casos de cultivos de cobertura inoculados permiten ahorrar en fertilización nitrogenada al sistema. Enrico y Salvagiotti (2012-2014) evaluaron el efecto residual en maíz de la inoculación en arveja y vicia.
Luego de realizar dos experimentos en la Estación Experimental del INTA Oliveros en un suelo argiudol típico con más de 40 años de agricultura y sin historia de arveja o vicia previa, concluyeron que el cultivo de maíz sembrado sobre vicia inoculada no respondió a la fertilización con nitrógeno, y la mayor respuesta a la fertilización en maíz se observó cuando la arveja y la vicia no fueron inoculadas.
Tanto para los cultivos de cobertura como las legumbres invernales de renta transcurren en un periodo de tiempo en el que frenan el avance de las malezas, lo cual minimiza significativamente las aplicaciones de herbicidas, sobre todo controlando naturalmente por competencia y luz a aquellas malezas con resistencia a los principios activos de la actualidad.
Además de la indudable acción regenerativa de esta práctica sobre la salud del suelo, el ahorro en el costo promedio de realizar un barbecho químico ronda entre los US$90/ha y los US$80/ha, según sea para soja de primero o para maíz, respectivamente.
Si se aborda desde la perspectiva del rendimiento en grano, el caso del garbanzo, cultivo mayormente producido en el NOA y centro y norte de Córdoba, es paradigmático. La diferencia entre inocular y no hacerlo, resulta en diferencias de más de 800 Kg/ por hectárea, casi el éxito o el fracaso del cultivo.
Finalmente, incorporar estas especies inoculadas se traduce en una ventaja significativa porque magnifica proporcionalmente los parámetros de volumen aéreo y radicular de las plantas cultivadas.
En conclusión, tanto sea en servicio o rendimiento, la inoculación juega un papel preponderante en estas especies. En ambos casos hay un retorno de la inversión, ya sea directo, a través de mayor rendimiento en grano, o indirecto, por la menor utilización de insumos en el cultivo siguiente al de servicio.
Gabriel Carini
El autor es Jefe de Producto Microbiológicos Especiales de Rizobacter
La Nación