15/02/2022 – Ganadería, arroz, forestación y citricultura son los sectores más afectados, según un relevamiento de la Sociedad Rural Argentina (SRA) sobre 300.000 hectáreas quemadas; el quebranto podría llegar a $40.000 millones por el avance del fuego.

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Corrientes vive una de sus crisis hídricas y productivas más terribles de su historia. Ante este panorama desolador de múltiples incendios y sin precipitaciones a la vista, los pronósticos a corto y mediano plazo no son para nada alentadores y las pérdidas productivas son millonarias.

Según un relevamiento realizado por la Sociedad Rural Argentina (SRA), las pérdidas económicas ya alcanzan los $23.000 millones. Esta cifra podría ser mayor ya que el cálculo se realizó cuando aun la superficie quemada era de algo más de 300.000 hectáreas. El viernes pasado, un informe del INTA señaló son más de 510.000 las hectáreas afectadas, lo que podría llevar la merma económica a $40.000 millones.

Cuando aun no ha menguado la situación desesperante, los daños productivos están a la vista: la pérdida en la producción arrocera se estima en un 25%, unas 200 millones de toneladas menos aproximadamente. En la provincia se sembraron unas 96.000 hectáreas para la campaña 2021/22, que representan un 45 % de la superficie nacional.

“Con un valor de $23.760 la tonelada (US$230 oficial), la pérdida alcanzará los $4968 millones. El 65% del arroz sembrado en Corrientes se hace con agua de represas, que están con baja o nula reserva, con lo cual si las lluvias no aparecen, peligra la próxima campaña”, destacó el documento.

En cuanto a la hacienda, referentes del sector estimaron pérdidas importantes no solo por disminución de producción sino también por una mortandad más elevada en el invierno por falta de forrajes. “Corrientes posee unas 4.600.000 cabezas aproximadamente, está en el cuarto lugar del stock ganadero nacional después de Buenos Aires, Santa Fe, y Córdoba. Según datos Índice Verde, habrá una reducción de producción de pasto de al menos 37%, que representa una pérdida producción de carne del 5%, unos $3575 millones, en kilogramos totales de carne”, señaló la Rural.

En cuanto a la mortandad en el invierno se detalló que, con un stock de hacienda de 4.632.000 cabezas aproximadamente, la disminución promedio anual es del 3%, pero que en un año de emergencia como este, ese número asciende a 4,5%. Esto representa “unos 69.480 animales muertos por seca que significan unos $5211 millones por el total de cabezas perdidas”, añadió el informe.

A eso se suman los perjuicios ocasionados en la infraestructura de los campos, como alambrados y tranqueras. “Los metros de alambrados totales perdidos son 3.500.000. Con un valor aproximado de arreglo de alambrado por metro de $450, los costos de alambrados alcanzan hasta el momento a $1575 millones”, explicó la SRA. Según destacaron los productores de la zona, esa cifra podría elevarse a $1000 por metro, si se pone un alambrado de siete hilos, con postes cada cinco metros y con mano de obra calificada.

En relación a la producción forestal, según estimaciones oficiales se quemaron más de 10.000 hectáreas, aproximadamente. Los expertos de la actividad señalaron que el promedio de valor madera por hectárea es de $500.000, que da un número de $5000 millones de pérdida. Además, se calcularon unos $1000 millones de pérdida en plantas destinadas a resina.

“El costo de implantación de una hectárea es de $150.000 aproximadamente, unos $1500 millones para recomponer las hectáreas quemadas por el fuego. Corrientes posee 550.000 hectáreas de bosques implantados (70% pino y 30% eucaliptus), siendo la primera provincia en superficie nacional”, indicaron.

En yerba mate, la situación es también muy compleja. De las 60.000 hectáreas cultivadas (un 30% del total nacional) que tiene Corrientes, habrá una pérdida de producción del 50%, según estimó Héctor Biale, productor de Colonia Liebig y referente de la Asociación de Plantadores del Nordeste (Apnea). Son unos 64 millones de kilos de yerba, que representan $3200 millones ($50 por kilo).

“Son 1200 hectáreas perdidas por plantas muertas, donde el costo de implantación por hectárea es de $400.000. Es decir que recomponer esa superficie cuesta unos $480 millones”, dijo. En este contexto, recordó que el Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM) tiene una normativa que prohíbe la implantación de más de cinco hectáreas por productor y por año.

Por último, la actividad citrícola en la provincia posee 30.000 hectáreas de plantaciones. Si bien destacaron que en la zona de Monte Caseros y Mocoretá las lluvias fueron mejores, en Bella Vista, Concepción y Mburucuyá, donde predomina el limón, las pérdidas de fruta alcanzan el 50%: unos 72 millones de kilos (una merma de 8000 kilos de fruta por hectárea) y que reflejan un perjuicio de $1800 millones. Según los productores, una hectárea produce entre 15.000 a 40.000 kilos de fruta, dependiendo de los cuidados, y tecnología aplicada y tiene un costo de implantación por hectárea de $300.000, aproximadamente.

Para Nicolás Pino, presidente de la SRA, el problema va más allá de las pérdidas productivas millonarias. “Hay que mirar y ayudar a los cientos de productores que perdieron su capital de trabajo y que no saben como lo van a recuperar. Este daño va a seguir creciendo y volver productivo a un campo va a llevar al menos un año. Lo más grave es la inoperancia de un Estado ineficiente”, remarcó.

Pronóstico nada alentador

En este contexto, Ditmar Bernardo Kurtz, de la Estación Experimental del INTA Corrientes, explicó a LA NACION que hace dos años que las lluvias en la región son escasas, pero que la situación se agravó en los últimos meses por el calor. Informó que en enero las temperaturas máximas fueron cuatro grados por encima de la media.

“En una época normal, el 40% del territorio de la provincia son humedales y cuando llueve mucho se pasa al 60%, pero ahora estamos en menos del 20%. No sabemos si estos eventos extremos y estas variaciones climáticas llegaron para quedarse. Tenemos pocos datos aún”, afirmó.

“En los próximos 15 días no hay probabilidades de lluvia, lo que complicaría aun más la situación. En lo que va del año solo llovieron unos pocos milímetros; tanto en enero como en febrero las lluvias suelen ser de 100 milímetros cada mes. La situación es muy compleja. Incluso a mediano plazo el pronóstico no es el mejor. El fenómeno Niña va a continuar y, en marzo y abril, que son meses llovedores en la provincia, las precipitaciones van a ser menores a lo normal y ya entramos en el invierno; si bien llega la neutralidad del fenómeno, ya no sirve porque el pasto no crece”, sostuvo.

Al analizar las pérdidas productivas, el experto indicó que si bien el impacto directo del fuego lo tienen a través de imágenes satelitales, es muy difícil cuantificar los impactos indirectos. “El pronóstico no es alentador y ojalá que no se cumpla. Hay que prepararse para el futuro difícil que se viene, porque además de las hectáreas quemadas, vamos a contar los animales muertos en el invierno por falta de forrajes, cuya reducción es de gran magnitud, donde los productores deberán aliviar los campos en un gran porcentaje para que su hacienda no se muera de hambre”, concluyó.

Mariana Reinke
La Nación