31/01/2022 – Ya se están llevando a cabo las primeras transacciones de ventas y canjes de cereal a partir de un token digital respaldado por grano.
Una de las manifestaciones más emblemáticas y disruptivas de la revolución digital son las criptomonedas, monedas digitales que no tienen representación física y que sólo existen en el mundo virtual.
A diferencia con el dinero tradicional que cuenta con el respaldo de los bancos nacionales responsables de su emisión, las criptomonedas no dependen de las autoridades de un país y su valor depende pura y exclusivamente de la variación entre la oferta y la demanda.
Entre las miles de criptomonedas disponibles sin dudas la más popular de ellas es el Bitcoin. Fue ella la que permitió que muchos de nosotros comenzáramos a familiarizarnos con estas alternativas de inversión financiera. Pero, ¿será este el único destino de las monedas digitales? Y particularmente ¿Cuál será su rol en el agro del futuro?
Primero es necesario entender que existen dos tipos de criptomonedas: las especulativas o algorítmicas cuyo caso emblemático es el Bitcoin y las stablecoins o monedas estables, que tienen el respaldo de un activo como colateral.
A continuación, es importante reconocer una particular característica del agro: los productores agropecuarios estamos familiarizados con la utilización de “monedas” que no dependen de las autoridades de un país. Cada vez que un productor entrega el cereal a un acopio recibe un documento que certifica y detalla la mercadería entregada. Ese documento le permite cancelar las deudas que tuvo que asumir para producir ese grano o puede pagar nuevos bienes y servicios. En resumidas cuentas, cada entidad que crea estos documentos está emitiendo una “moneda” con el único respaldo y garantía de su buen nombre y prestigio. No sorprende por ello cuando decimos que en el agro las operaciones comerciales funcionan en gran medida en base a la confianza entre compradores y vendedores. Y por ello son tan resonantes -al mismo tiempo que escasos- los defaults de empresas como Vicentín.
Los complejos algoritmos detrás de una criptomoneda aseguran, en primer lugar, la incorruptibilidad de la misma, garantizando que cada una de ellas sea única e irrepetible. Pero ello es sólo una parte de los beneficios de las criptomonedas: gracias a la tecnología “blockchain”, un sistema de información que mantiene y registra los datos de manera tal que permite que todas las partes interesadas puedan compartirla con confianza y sin posibilidades de alteración, será posible asegurar el seguimiento y el rastreo de la información a través de toda la cadena. De esta manera, siguiendo el ejemplo del acopio, el productor que entrega su cereal podría recibir como contrapartida una criptomoneda que le permitirá seguir la trazabilidad de su cereal hasta su entrega en un exportador. Gracias a las criptomonedas los productores podrían verificar y controlar la cantidad de cereal que el acopio recibió y que comercializó. Podemos afirmar que el default de Vicentín no se hubiera producido si sus operaciones hubieran sido respaldadas por una criptomoneda con tecnología blockchain. En el mercado ya se están llevando a cabo las primeras transacciones de ventas y canjes de cereal a partir de un token digital respaldado por grano y -por lo tanto- de inmediata liquidez.
Pero esta es sólo una de las infinitas posibilidades que ofrecen estas herramientas. Una de las grandes limitaciones del agro argentino es el acceso a la financiación. En un mundo donde las inversiones atractivas son cada vez más escasas el agro tiene todo el potencial para convertirse en un lugar atrayente para los inversores, sin embargo, su inherente complejidad y -sobre todo- la dificultad para asegurar la trazabilidad de la inversión son fuertes barreras para que ello suceda. Precisamente esa es la propuesta de un joven equipo de emprendedores de Tandil, quienes junto a un grupo de desarrolladores argentinos expertos en blockchain, están desarrollando un proyecto con criptomonedas capaz de facilitar el seguimiento y la trazabilidad de inversiones en actividades agrícolas, comenzando por un tambo. Mediante uno de estos tokens, el inversor podrá monitorear el estado de su inversión en tiempo real en cada momento y podrá dormir tranquilo sabiendo que su inversión está respaldada por una herramienta digital que asegura el destino de cada peso invertido.
La falta de regulación de estas “monedas” es otra de sus ventajas. En un país donde el exceso de regulaciones e impuestos encarece todas y cada una de las transacciones, las criptomonedas tienen el potencial de simplificar, transparentar y minimizar el costo de las transacciones. Sirva como ejemplo la notable adopción de las billeteras virtuales motivada principalmente por su simplicidad, pero -también- por sus menores costos por transacción.
No será fácil -sin lugar a dudas- cambiar los hábitos tan arraigados de miles de productores acostumbrados a cerrar las operaciones con un apretón de manos o con un mensaje de WhatsApp pero no está lejos el día que los primeros innovadores puedan consultar su billetera virtual de granos en su celular. Al fin de cuentas hemos visto cambios muchos más dramáticos en el agro en los últimos años…
Carlo Becco
Clarín