15/12/2021 – La Argentina podría reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero ajustando los manejos productivos. Miguel Taboada, docente de la FAUBA, resaltó cuán relevante es la manera en que se produce para atenuar los efectos del calentamiento global.
El calentamiento global es una de las problemáticas ambientales más apremiantes. En 2019, el informe especial Calentamiento Global a 1.5 °C del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático —IPCC— alertó que la temperatura media del planeta subió 1 °C respecto de los niveles preindustriales, y que de aumentar 0,5 °C más, se producirán cambios irreversibles en el clima. Por esto, el Acuerdo de París en 2015 estipula que los países deben cumplir el compromiso de reducir los gases de efecto invernadero y de tomar medidas para adaptarse a estos cambios. Miguel Taboada, docente de la cátedra de Edafología de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA), profundizó sobre el lugar de la Argentina como generadora de emisiones, en la participación del sector agropecuario, en las medidas que se pueden implementar para mitigar emisiones y en el rol de la Universidad.
¿Cuántos GEI emitimos en la Argentina?
Para Taboada, coautor del informe especial de Cambio Climático y Tierra del IPCC, el cambio climático no afectó tan negativamente a la Argentina como a otros países del cono sur. “Vemos a países vecinos, como Chile o Perú, en donde la cuenca del Pacífico sufre una sequía importante y un retraimiento de glaciares, de los cuales viene el agua de riego. Acá observamos un aumento de las temperaturas medias causado principalmente por el aumento de las temperaturas mínimas diarias, que se refleja en noches más cálidas. Y esto afecta a cultivos como el trigo, que requieren noches más frescas”.
Aunque la Argentina es un contribuyente minoritario de emisiones a nivel global, dijo Taboada, “si consideramos que tenemos el octavo territorio más grande del mundo y que somos 45 millones de personas, emitimos mucho por habitante; estamos entre los 35 países que más emiten per cápita, de un total de 196 países. Esto nos pone en el foco de la vigilancia”.
La deforestación es otra de las razones por las que nuestro país es auditado a nivel internacional, comentó Miguel. “El cambio de uso del suelo tuvo un pico entre 2007 y 2010, y eso generó grandes emisiones. Con la Ley de Bosques, la deforestación se frenó en las zonas categorizadas para su preservación. Pero, además, hoy en día hay un rechazo muy fuerte de la sociedad contra la deforestación, con lo cual algunas empresas evitan hacerlo por cuestiones de imagen”.
La principal fuente de emisiones de gases de efecto invernadero en nuestro país, como en todo el mundo, es la quema de combustibles fósiles. En segundo lugar se encuentra el sector agropecuario, dentro del cual, con la disminución de la deforestación, la ganadería ocupa un lugar preponderante. “Por esto, un sector muy vigilado es la producción de carne. El estudio de cambio climático y tierra del que participé alienta a que se reemplace el consumo de carnes rojas —que tienen huellas hídricas y de carbono elevadas— por otros productos como legumbres y hortalizas. Es decir, que vayamos hacia dietas más equilibradas de tipo mediterráneo”, indicó Taboada.
Los caminos hacia una producción sostenible
Como todos los países firmantes del Acuerdo de París, la Argentina se comprometió a reducir sus emisiones. A criterio de Taboada, tenemos posibilidades de cumplirlos. “Lo primero que debemos hacer, como cualquier país del mundo, es trabajar sobre nuestras fuentes de generación de energía eléctrica. En la COP26 de Glasgow se decidió que los países se debían comprometer a no usar más carbón para energía eléctrica. Eso en la Argentina no sucede”.
El docente destacó que la Argentina tiene ventajas que debe aprovechar para realizar una transición hacia energías renovables. “Si bien buena parte de la energía eléctrica en nuestro país viene de la quema del fuel-oil, que es un combustible fósil, la otra fuente de energía es renovable, la hidroeléctrica, que viene del sistema de la red nacional que ensambla lo que es Yacyretá, Salto Grande y Chocón. El principal camino a seguir es reemplazar la quema de combustibles fósiles para generar energía eléctrica: menos fuel-oil, más energías eólica, solar e hidroeléctrica”.
Uno de los principales hallazgos del informe especial sobre cambio climático y tierra es que se puede avanzar mucho en la reducción de emisiones del sector agropecuario con la sola mejora de las prácticas de producción. Esto se refleja en el capítulo 6, del cual el docente es coautor. “Estudiamos las interacciones entre las medidas posibles de mitigación y las de adaptación, para mantener la seguridad alimentaria, prevenir la degradación y la desertificación. A partir de la revisión de la literatura científica, cuantificamos el potencial del manejo de las tierras para mitigar el cambio climático. Y la buena noticia es que identificamos muchas prácticas fáciles de hacer para mejorar el manejo de los suelos. Es lo que se llaman estrategias ganar-ganar”.
Por esto, el docente explicó que “la Argentina tiene un enorme camino por recorrer con cosas muy baratas, como hacer un manejo adecuado del suelo o evitar el sobrepastoreo. No se trata de tecnologías caras, es simplemente aplicar un buen manejo y tecnologías de costo accesible. Por ejemplo, podemos mejorar el manejo de los rodeos de ganado para que haya una fuerte compensación de emisiones con el carbono que va a los suelos. Y también tenemos un potencial de mejora importante en el uso de las leguminosas. Se podrían reemplazar las fuentes minerales de nitrógeno con leguminosas, como la vicia, que fijan nitrógeno atmosférico”.
“El otro camino, no cabe ninguna duda, es mejorar los almacenes de carbono naturales. Por un lado, los que están sobre el suelo, los bosques. Nuestro país no sólo debe evitar la deforestación, sino también promover la regeneración de los bosques, que son grandes reservorios de carbono que se almacena en madera. Y, por otro lado, los suelos, que perdieron la mitad o más del carbono durante el siglo XX a causa de la labranza y los métodos no sostenibles de producción”, sostuvo Taboada.
Y agregó: “Si bien es difícil recuperar todo ese carbono, ya que no son caminos exactos de ida y vuelta, sí se puede ganar carbono con un manejo adecuado, como hacer una agricultura más diversificada, ir hacia rotaciones que tengan cultivos todo el año, con plantas que estén fijando carbono que vaya al suelo de forma definitiva, o con plantaciones perennes. Ahí hay un camino muy grande a recorrer y la Argentina puede hacerlo”.
La educación para el presente y el futuro
Miguel Taboada hizo hincapié en que la Universidad tiene un rol importante como formadora de futuros profesionales que deberán desenvolverse en un contexto de cambio climático. “Además del rol esencial, que es enseñar en todas las materias que tiene una carrera dada, la Universidad tiene que generar una visión de futuro en sus egresados, un chico o una chica de 18 o 20 años, que el mundo que le va a tocar trabajar en los próximos 25 años va a estar afectado por el calentamiento global y las demandas van a ir en ese sentido. La demanda de reducir emisiones va a estar presente en su entorno de trabajo y deben tener una formación muy robusta en eso”.
“Por esto, un ingeniero o ingeniera agrónoma no puede evadirse de este problema, así como un licenciado en ciencias ambientales que trabaja en el sector del agro no se puede evadir de las demandas de la producción. En el caso de la agronomía, hay una responsabilidad en no enfocarse únicamente en aumentar el rendimiento de la producción, sino en la forma en la que estamos produciendo. Eso no sólo significa emitir menos. Hay otras demandas, como disminuir drásticamente el uso de agroquímicos, usarlos en forma responsable y, eventualmente, avanzar hacia producciones libres de agroquímicos. Esa es una demanda de la sociedad y hay que prestarle atención. Entonces, el mensaje fuerte es que la forma en que producimos importa y mucho”, concluyó.
Yanina P. Nemirovsky
Sobre La Tierra (SLT-FAUBA)