26/05/2022 – Se fue Feletti, quedó Domínguez, y Guzmán no habló más de retenciones. Solo insistió el presidente, pero con tono de derrota.
Los fuertes y explícitos intentos del gobierno por subir los derechos de exportación del trigo y el maíz terminaron en la nada misma. Y encima, el principal fogonero de la idea, el secretario de Comercio Roberto Feletti, entregó ayer su renuncia “por discrepancias con la política económica”.
Los analistas políticos, que tienen mejor información e indudable capacidad de análisis, plantearon que en realidad fue una movida de la vicepresidenta Cristina Kirchner, retirando a un hombre suyo de la conducción oficial. Un paso más en la grieta irreversible en el seno del poder (sic).
Sin embargo, conviene hacer una lectura diferente. Lo que ha sucedido en la última semana es una expresión muy potente de un proceso de fondo. Correré el riesgo de que mi análisis sea considerado amañado o con algún sesgo exagerado. Y no faltará que alguno vea inescrutables intenciones ocultas. Es más sencillo.
Hechos. La semana pasada el propio presidente Alberto Fernández había dicho que iba a presentar un proyecto de ley para aumentar las mal llamadas retenciones, argumentando con la remanida muletilla de que era la forma de “desacoplar” los precios internos de los internacionales, y una manera de capturar las “ganancias inesperadas” que obtendrían los productores por las subas de las cotizaciones consecuencia de la invasión de Rusia a Ucrania. Repetía lo que Feletti se había cansado de apostrofar, con su discurso tomado del tristemente célebre Guillermo Moreno de 15 años atrás.
Un rato después, le salía al cruce su ministro de Agricultura, Julián Domínguez, quien sin ambages lo desmintió sonoramente. “De ninguna manera aumentarán las retenciones a los granos”, repitiendo lo que había asegurado unos días antes en el congreso “A Todo Trigo” en Mar del Plata, frente a toda la tribuna del sector.
Para muchos, estaba en el aire la renuncia de Domínguez, que aparecía en las antípodas de Feletti. Pero el ministro ni amagó con irse. Y por otro lado, Martín Guzmán, ministro de Economía, quien también había profesado ideas parecidas (“desacople”, “ganancias inesperadas” y aumento de retenciones) se hacía momentáneamente al lado.
La cuestión es que se fue Feletti, quedó Domínguez, y Guzmán no habló más de retenciones. Solo insistió el presidente, pero con tono de derrota diciendo que para qué va a presentar un proyecto de ley si no cuenta con los votos de la oposición. Y se quejó de que desde las filas del agro no le proponen ninguna medida alternativa. Presidente, ¿usted pretende que el condenado al cadalso elija la soga de la cual va a colgar? No va a andar.
Lo interesante, igual, es que el debate está desatado. Y en el fragor aparecen finalmente ideas frescas. Conviene recordar, por ejemplo, que el año pasado también habían subido mucho los precios agrícolas (es decir, antes de la guerra en el Mar Negro). Y en aquel momento el propio Martín Guzmán había desmentido una suba de las retenciones, argumentando que no hacía falta precisamente porque la mejora de los precios mejoraba la recaudación por derechos de exportación. Pareció muy racional y lógico, y por eso no se entendía cómo ahora proclamaba lo contrario, adhiriendo a la teoría de las “ganancias inesperadas”.
Corolario: al menos por el momento, el horizonte para la campaña agrícola aparece despejado. Este gobierno no puede ya inventar ninguna trapisonda para quedarse con otra porción de la renta agrícola. Además, no lo admitirá la liga de gobernadores, de alguna manera representados por el jefe de Gabinete Juan Manzur. Los gobernadores saben que las retenciones los castigan doblemente: por un lado, no son coparticipables, así que no participan de la fiesta. Segundo, como deprimen los precios agrícolas, se achica el monto de dos impuestos que sí son coparticipables: Ganancias e IVA. Y por sobre todas las cosas, producen una erosión brutal de los ingresos de los agentes económicos locales, con lo que se achica toda la actividad en el interior.
Esto es lo que están viendo otros altos funcionarios de la administración Fernández, varios que militan en las filas del cristinismo. Llamó la atención que el ministro de Interior, Wado De Pedro, estuviera esta semana tan ríspida en la provincia de Salta, acompañando a funcionarios y empresarios israelíes interesados en invertir en proyecto de riego. Algo que se empezó a menear en la reciente gira a Israel con el vicejefe de Gabinete Jorge Neme, un hombre con excelente relación con el ministro Domínguez.
A este gobierno le queda poco tiempo. Y nada de fondo va a cambiar en lo que falta hasta la finalización del mandato. Pero es interesante ver que, como señala frecuentemente Jorge Castro, la realidad siempre se subleva. Lo del agro como motor de la economía y la sociedad se cuela por todos lados.
Héctor Huergo
Clarín Rural